Esta conversación se dio a lugar en
épocas de asolado viento y frío sobre las cumbres borrascosas.
Caía la tarde, y la brisa otoñal
despeinaba el pelo de Angélica.
-
Así es, -pronunció tomando el
té-, estoy para atrás.
-
Como brisa navideña en
Brasil.- respondió María.
-
Como cuervo depilado al sol.
Ambas contemplaron el horizonte unos
instantes. Angélica pensaba en el tiempo que hacía que no veía una poronga.
María vacilaba en si llamar o no a alguno de sus amantes a compartir la velada.
-Voy a armarme uno, con su permiso. -Dijo
María mientras comenzaba a armarse un cigarrillo de marihuana.
-
Adelante.
-
¿Sabe qué? –interrumpió el
silencio entre humo y tos-, he descubierto que mi ex prometido es igual a
Heathcliff. Un negro turco de mierda que me va a cagar toda la vida, ¡hasta la
muerte! El muy hijo de puta.
-
Un negro de mierda -afirmó
Angélica- no es nada más que eso. Yo hace mucho que no la pongo.
Luego, ambas fumaron juntas del mismo
cigarrillo. Angélica, pensativa miraba el horizonte y sostenía entre sus dedos
cortitos el cigarro prendido.
María se preguntaba si llegaría a tocarse
la nariz con la lengua, pero no quiso probar. Los nervios repentinos la
delataban.
-
Tendríamos que irnos, usted y
yo, a vivir en la selva con alguna tribu.
-
Sí. – respondió SECAMENTE
Angélica. –Hay que pensar dónde venden marihuana.
-
Oh sí. ¿Hace cuánto no la
pone?
-
MMM…yo debo pensar que...
Hace casi, doce dulces meses.
-
Me siento una ballenita en el
mar…dijo María.
-
Yo más bien una libélula.
-
Pongámonos de acuerdo: SI LES
GUSTAAAAAAA
-
¡Les gusta!
Ambas movieron un poco los brazos
acentuando el sonido de la última frase.
Y fueron luego a gulear a la cocina mientras
olían las ovejas, las plantas y los bicharracos que hay en las cumbres
borrascosas.